lunes, 6 de diciembre de 2010

3.2. PROBLEMATIZACIÓN DE LA VIDA DEMOCRÁTICA Y SUS VALORES


FUENTE: Colegio de Bachilleres, FILOSOFÍA I, Libro para el aprendizaje, (2009) México, pp. 124 – 128, (Modificado)
FUENTE DE LA IMAGEN:http://www.google.com.mx/imgres?num=10&hl=es&biw=1016&bih=563&tbm=isch&tbnid=NTAH5nnBikHAVM:&imgrefurl=http://rodolfolopezisern.blogspot.com/2012/04/diccionario-filosofico-la-democracia.html&docid=PiOhWLT_MZIbFM&imgurl=https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEii3uFRmdfsmmIGWBFOz3uVuafH1QBeRCCyy5EOimGTIGiMFVcswsD65_e-iyr4e8uEGGY1iTsnCx-O4VJ6dzwHf5Ukb8LBQdIGF7Y7GgIh9DAvDkjbVdkFmLhcoknyetqfv11TCkrfn4mq/s1600/democracia_formal.jpg&w=340&h=346&ei=CjEhUOibL-jq2AWR44CYCQ&zoom=1

Es de suponerse que algunas veces te has visto en la necesidad de trabajar en equipo o de verte realizando una acción colaborativa en donde todos participan activamente para alcanzar un objetivo. Este tipo de conducta forma parte de la naturaleza social del ser humano, un rasgo muy intrínseco y característico que le ha sido invaluablemente útil para sobrevivir.

Desde tiempos muy remotos pueden encontrarse poblaciones humanas que han pugnado por salir adelante o adaptarse al medio a través de la formación de asociaciones que pudieron lograrse gracias a que el hombre pudo distinguir que ciertas actividades resultaran más eficaces cuando se realizaban entre varias personas, incluso que un hombre aislado hubiera sido incapaz de lograrlo.

¿Te imaginas a un solo ser humano realizando una labor de caza o construyendo por sí mismo un puente o levantando una enorme piedra para apilarla y formar una vivienda?

Al ir creciendo y desarrollándose una comunidad puede alcanzar un status de gran metrópoli, es decir, se vuelve una ciudad que puede ser capaz de darse sustento a sí misma a través de las labores que cada uno de sus integrantes realiza. Cuando una sociedad se vuelve más grande e importante surgen nuevos conflictos que quizás, en sociedades más rústicas, no significan un problema mayor. Este problema se concentra específicamente en la cuestión de cómo debe ser gobernada esa población y quién o quiénes son los más adecuados para tomar o delegarles tal responsabilidad.

La cuestión acerca de ¿Cómo debe gobernarse una ciudad? ha sido del interés de muchos filósofos durante varios cientos de años, ya que plantea una problemática que implica una visión reflexiva y crítica tanto de la ética, los valores, la moral o la conducta normativa con la que los hombres deben legislarse.

En sociedades primitivas las etnias eran lideradas por aquellos hombres que eran considerados más aptos para tomar las decisiones que beneficiaran a toda la población, generalmente este rol recaía en los ancianos y la justificación para hacer valer sus opiniones no era otra que la experiencia de vida y los años que les precedían.


¿Considerarías este un argumento válido para que alguien gobierne una ciudad?


Durante la historia política de los principales gobiernos del mundo, se han gestado un sinnúmero de arquetipos que han intentado ofrecer una gran diversidad de estilos gubernamentales que van desde el imperio, pasando por la monarquía, las dictaduras o el socialismo. Pero hasta este momento, ninguno de ellos parece haber sido adecuado para ofrecer condiciones de igualdad para sus ciudadanos, y de hecho, para algunas de estas formas de gobierno, este no era un tema que pareciera importarles.

Algunos de estos tipos de gobierno eran tomados por la fuerza, en vista de que existieron grandes líderes militares que se consideraban lo suficientemente poderosos y hábiles como para merecer el cargo político principal de una ciudad, y generalmente, se hacían con el mando de manera arbitraria y sin solicitar más opinión que la de su fuerza política.

Generalmente este tipo de gobiernos suelen ser tiránicos y poco diplomáticos. Otros tipos de gobierno se basan en la premisa de que su gobernante está puesto ahí por tener ciertas cualidades supremas o que su naturaleza aristocrática y su derecho a presidir una nación son otorgados por mandato divino.

Ante estos argumentos, difícilmente los gobernados reprochan o recriminan las imposiciones. Este tipo de gobierno suele encontrarse en el Imperialismo o la Monarquía. Sin embargo, ninguno de estos tipos de gobierno es objeto de discusión, sólo se mencionan describiéndolos dada la simplicidad con la que se hace, pero sólo se intenta que puedas percatarte de que no todas las ciudades se rigen ni se han regido nunca bajo los mismos estándares políticos y mucho menos, siguen las mismas conductas o actúan bajo valores morales idénticos.

Cómo sabes, en la actualidad, la mayoría de los países están bajo un régimen político que es denominado República. Todos estos países aportan la idea de que la legitimidad y soberanía del gobierno están apoyadas en cargos de elección popular, es decir, que la voz del pueblo se manifiesta a través de elecciones libres y personales que se encargan de decidir a aquella persona que tomará un cargo político y que nos representará como una sociedad unánime para defender nuestros derechos, nuestra igualdad y nuestra libertad de expresión.

Esta elección se alcanza gracias a la manifestación de las opiniones a través del voto o sufragio. Hay que tener cuidado en no identificar plenamente república con democracia, en efecto, ambos términos políticos están sustancialmente emparentados, pero una no necesariamente implica a la otra. Un ejemplo de ello es la ya extinta URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), cuyo planteamiento político de gobierno estaba dirigido a ser una república, pero que cómo sabemos, propugnaba por un gobierno socialista y no estrictamente democrático.

Pero entonces, ¿qué es una república y qué es una democracia? El significado etimológico de república es la cosa pública o común, y se refiere al hecho de que cualquier acción política de una nación debe estar orientada al bien común, es decir, que contempla la idea de no beneficiar únicamente a ciertos sectores privilegiados de una comunidad. Por otro lado, la democracia se define como el gobierno del pueblo por el pueblo. Desde un punto de vista idealizado, la democracia moderna intenta inducir circunstancias y condiciones de igualdad entre cada uno de sus integrantes a fin de evitar privilegios en ciertos sectores específicos de una nación.

¿Crees que efectivamente existe un tipo de gobierno que pueda erradicar los beneficios para unos pocos y sea perjudicial para el resto? ¿Crees que se pueda crear un sistema político que haga que todos los hombres gocen de libertad, igualdad, tolerancia, riqueza sin importar su condición, nivel académico, religión o forma de pensamiento?

En general, cada uno de los sistemas políticos actuales sean democráticos o no, intentan alcanzar un ideal de esta magnitud, proponen superar los antiguos contrastes sociales y económicos, se piensa que durante toda la historia política y social del ser humano, los principales conflictos surgieron como un intento de alcanzar justicia para aquellas clases que lucían desprotegidas, pobres, marginadas o sometidas a decisiones que sólo eran tomadas para beneficiar a unos cuantos y que, por supuesto, no se tomaban persiguiendo un bien común.

¿Qué es democracia?

De acuerdo con su significado etimológico, el término democracia surge de dos vocablos griegos, a saber demos (pueblo) y cratos (gobierno). Lo que se entiende como el gobierno del pueblo por el pueblo. De esta forma la democracia es el sistema político en donde es la masa popular la que organiza el poder político eligiendo un representante que tome las decisiones en beneficio de ellos. Concretamente, el pueblo no es solamente el objeto del gobierno, lo que se gobierna, sino también, el que se gobierna. De esta forma se tiene la imagen de un pueblo soberano, pero ¿Qué podemos entender por soberanía popular?

Muchas veces se escucha que el pueblo, en tanto que somos una democracia, es un pueblo soberano, esto no significa otra cosa más que la fuente última de todo poder, esto es, la autoridad política reside exclusivamente en el pueblo. Siendo así que el único poder existente en una nación democrática reside en la voluntad popular. La principal manifestación de la democracia es el derecho al voto, a través de éste el pueblo elige quien desea que lo represente políticamente, por lo que el derecho a esta elección es más fundamental e importante de lo que a primera vista se aprecia.

Con el voto el pueblo reivindica la victoria de una lucha que costó años para conquistar, en busca de que los gobiernos dirigieran la mirada hacia el pueblo, que se percataran de que ellos también tenían derecho a decidir sobre cómo querían ser gobernados y sobre todo, que tenían voz y que ésta debería ser escuchada. Además de esto, la importancia del voto es que es un derecho cívico-político, implica una responsabilidad ciudadana y cívica. A través de ejercerlo, conferimos el poder a un gobernante para hacer valer lo que la Constitución y la voluntad del pueblo demandan.

De esta forma, la idea de democracia puede entenderse como la situación en la que el poder político de una nación reside en una voluntad colectiva que hace valer su derecho a decidir cómo y por quién quiere ser gobernado. Generalmente la opinión y voluntad del pueblo se lleva a cabo de forma indirecta ya que es puesta en marcha por los representantes legítimos que la sociedad entera a elegido para llevar a cabo tales acciones y así, dichos gobernantes tienen que apoyarse en mecanismos informativos tales como plebiscitos, encuestas, sondeos, referéndums etc., para conocer lo que la sociedad necesita y quiere.

En un sentido bastante idealizado y convencionalmente aceptado, la democracia es un estilo de gobierno en el que se da, como principal elemento, la idea de que todos los hombres son igualmente libres, equitativamente valiosos y, como ciudadanos, deben ser tratados con justicia y dignidad con independencia de si son pobres o ricos, blancos o morenos, cristianos o protestantes, mujeres u hombres etc.

LOS VALORES DE LA DEMOCRACIA

La noción de democracia no siempre es similar en todas las culturas ni existe una forma única que represente este tipo de gobierno. En la actualidad existen muchas formas de entender la democracia, existe la democracia directa, democracia representativa, democracia liberal o burguesa, democracia popular, etc. Pero fundamentalmente, la democracia es una forma de gobierno en la que todos los ciudadanos tienen la oportunidad de elegir y ser electos, y de participar abiertamente en la toma de decisiones.

Seguramente, habrás escuchado infinidad de veces el término democracia en contextos muy diferentes, incluso cuando, con tus amigos, decides el lugar al que irán a pasear o que película verán en el cine; en este caso, la decisión es tomada por la mayoría y aquellos a los que los votos no han favorecido, no les queda más que aceptar y hacerse partícipes de lo que se ha elegido por la voluntad del mayor número de individuos. De esta forma, la popularizada regla conocida como “el deseo de la mayoría” funciona, en una escala mucho menor, de manera similar a lo que sucedería en un gobierno políticamente democrático.

Sin embargo, es preciso hacer notar que una democracia intenta, dentro de sus valores centrales más importantes, procurar el Bien Común, esto es, intenta lograr el beneficio para todos sus integrantes. Es por esta razón que, aunque parezca que sólo se hace la voluntad de la mayoría, el menor porcentaje de la población también sigue siendo fundamental en el ejercicio político de la nación. Sin duda, unos de los mayores retos de la democracia es unificar intereses y opiniones, pero generalmente esto nunca es posible ya que la gente siempre tiene perspectivas muy diferentes y, en algunos casos, totalmente, antagónicas.

Por dicha razón, no sería correcto afirmar que la minoría política debe aceptar siempre lo que la mayoría decide, ya que si piensas así entonces podrías decir, con mucha razón, que una nación es gobernada por su parte mayor y que entonces, siempre existe una minoría que debe aceptar y resignarse a que otros tomen la decisión por ellos. Pero esto, sin duda, sería una idea muy alejada de la realidad. Durante el proceso en el que se gobierna una nación se presentan una enorme variedad de problemas que exigen la toma de decisiones y aquellos que deciden no son siempre la misma mayoría, por ejemplo: Un político puede estar de acuerdo en que se ponga impuesto a ciertos alimentos, pero como pertenece a un porcentaje muy pequeño tal decisión no es aprobada, pero en otras decisiones podría pertenecer a la mayoría y, de esta forma, sus decisiones serían aceptadas.

Con esto se quiere decir que no existe una mayoría orgánica y sustancial, sino que es una mayoría contingente que es el resultado de un problema político específico. Al mismo tiempo, la democracia se traduce también como un proceso en el que, para unificar puntos de vista, se debe recurrir a las negociaciones, diálogos, consensos, compromisos o acuerdos.

Así, los valores de la democracia siempre mantienen en alto el ideal de la justicia equitativa para todos, con ello sus esfuerzos se encauzan a hacer valer derechos que protejan a las clases menos favorecidas de malos tratos o de situaciones que los pongan en desventaja ante ciudadanos con mayores posibilidades de prosperar.

Por otro lado, la democracia valora la libertad de todos los individuos, nadie puede ser tratado como un ser inferior y discriminado o impedido para hacer su voluntad. Mucho menos forzado a hacer actividades o acciones que no desea. Otro valor más en un gobierno democrático es la fraternidad, valor que está ampliamente relacionado con la libertad y la igualdad. Pero sin duda, dicho valor también tiene características muy propias que lo distinguen.

Como se dijo anteriormente, la democracia se enfrenta al reto de conseguir mediaciones en opiniones dispares y en dicha tarea la fraternidad puede ser una herramienta muy útil para hacer más eficaz el proceso democrático.

3.1. ÉTICA Y CIUDADANÍA



HOBBES, Thomas 1588 – 1679
Cada ciudadano se puede comprometer a someter su voluntad a la voluntad de la mayoría, a condición de que el resto de ciudadanos hagan lo mismo.



Ciudadano-Ciudadanía
CIUDADANÍA. DIVERSIDAD Y CIVISMO

1. La actualidad y relevancia de una vieja noción
La idea de ciudadanía hunde sus raíces en la noche de los tiempos. A lo largo de la historia ha experimentado una incesante evolución. Su significado ha ido modulándose con el paso del tiempo, reflejando la cambiante relación entre los individuos y el poder, ampliándose e incorporando nuevos contornos y matices. Tal evolución conoció importantes hitos en la era de las revoluciones francesa y americana, y otros, no menores, en las décadas centrales del siglo XX.

En años recientes la idea de ciudadanía ha devenido expresión de aspiraciones e ideales que van más allá de su estricta significación. De ahí la inusitada popularidad y relevancia que ha adquirido. La explicación del prestigio y valor simbólico con los que aparece revestido el término en nuestros días debe buscarse en su virtualidad para denotar la plenitud de derechos que es propia de los ciudadanos de un Estado democrático, e incluso la posesión de las condiciones que hacen posible el disfrute de los mismos.

En la acepción con que frecuentemente se utiliza, el término ciudadanía connota la cualidad de miembro pleno de la sociedad. Y es lícito sospechar que, en no pocas ocasiones, lleva implícita la aspiración de extender el status de ciudadano pleno a todos los miembros de la sociedad. En la misma vena, pero en sentido inverso, a veces se utiliza para aludir a las carencias y limitaciones que algunos individuos y grupos padecen a ese respecto.

2. Un concepto polisémico, una idea que se expande
No obstante lo que antecede, conviene reconocer el carácter polisémico, cuando no ambiguo, del concepto ciudadanía. En efecto, su significado no siempre resulta inequívoco, ni está exento de una cierta bruma conceptual.

Y no tanto porque en ocasiones se aplique a ámbitos o espacios diversos -desde el municipal al europeo pasando por el nacional o estatal-como porque se emplea con distintas acepciones; sobre todo con dos.

La primera acepción del término ciudadanía es de naturaleza predominantemente formal y jurídica. En efecto, ciudadanía alude ante todo a los derechos y deberes que corresponden a los miembros de un Estado. Por ejemplo, la Enciclopedia Británica define la ciudadanía como "la relación entre un individuo y el Estado del que es miembro, definida por la ley de ese Estado, con los correspondientes derechos y obligaciones". La ciudadanía es, pues, el vínculo jurídico que liga a un individuo con el Estado del que es miembro y, por tanto, la condición jurídica que le habilita para participar plenamente en sus decisiones, a través del derecho de voto y de la posibilidad de ser elegido para cargos públicos.

En ésta su más básica definición, ciudadanía es prácticamente equivalente a nacionalidad. De hecho, en algunos países ambas condiciones se expresan con un mismo término: citizenship. Así, ciudadano es prácticamente sinónimo de nacional. Desde un punto de vista formal, sólo los nacionales de un estado poseen la plenitud de los derechos que éste reconoce. Los extranjeros pueden tener reconocidos los derechos civiles, e incluso los socio-económicos, pero no poseen la totalidad de los derechos políticos. Sin embargo, si el significado del concepto ciudadanía se limitase a esa definición, con ser ésta correcta, difícilmente se comprenderían su actualidad e importancia.

Como ya se ha apuntado, hay una segunda acepción del término, más moderna y cada vez más usada. Como la otra, también alude a la relación del individuo con el Estado, pero en una forma más amplia y sustantiva, no estrictamente jurídica, e incluyendo a la sociedad de la que el Estado es expresión política. En esta acepción, la ciudadanía supone y representa ante todo la plena dotación de derechos que caracteriza al ciudadano en las sociedades democráticas contemporáneas. Tal como se concibe desde las décadas centrales del siglo XX, la ciudadanía resulta de la acumulación de los derechos civiles, los derechos políticos y los derechos socio-económicos, que se extienden y cobran carta de naturaleza con la universalización de los servicios públicos y el Estado de Bienestar.

En realidad, en su acepción sustantiva, la ciudadanía no se limita a la posesión de derechos: éstos son condición necesaria pero no suficiente de aquélla. La ciudadanía implica también la posesión de las condiciones necesarias para poder hacer efectivos aquéllos, para que no resulten desvirtuados o anulados por graves situaciones de desventaja u otros hándicaps, por prácticas informales como la discriminación y el racismo, o por alguna de las circunstancias que conducen a la exclusión social.
Así concebida, la ciudadanía constituye la culminación, con los contemporáneos Estados de Bienestar, de un largo proceso histórico. Conviene repasar someramente sus principales hitos.

3. La ciudadanía, en perspectiva histórica
Histórica y después etimológicamente, la ciudadanía aludía a la relación de un individuo con su ciudad. El ciudadano era primordialmente el habitante de una ciudad, ya fuera una ciudad-estado en la Grecia clásica o una ciudad libre en la edad media y en la moderna -libre, esto es, de los órdenes intermedios y de las jurisdicciones señorial y eclesiástica, y sólo sometida, y con importantes limitaciones, al monarca-. En ambos casos, las ciudades constituían colectividades relativamente libres, y sus miembros estaban exentos de lazos de dependencia personal. A esa excepcional condición respondía el dictum medieval que sostenía
que "el aire de la ciudad hace libre".

Pero, en realidad, no todos los habitantes de la ciudad eran 'ciudadanos'. La ciudadanía estaba por lo general circunscrita a los hombres libres, que tenían derecho a participar en el debate público en tanto contribuían directamente al sostenimiento de la ciudad, ya fuera pecuniaria o militarmente. La ciudadanía no se extendía generalmente a los extranjeros o 'metecos', ni a las mujeres, ni a los sirvientes.

La noción de ciudadano, asociada a la moderna idea de 'nación', revivió y cobró nuevas dimensiones a fines de la edad moderna, especialmente con las revoluciones francesa y americana. Desde entonces, ciudadano se identifica con persona, desapareciendo, entre otras, las condiciones excluyentes asociadas con la edad, el sexo y la propiedad. La nación, titular de la soberanía, se concibe como el conjunto de los ciudadanos; en consecuencia, el poder emana de éstos y se ejerce en su nombre. De aquí deriva el corolario de los deberes y obligaciones, consustancial a la noción de ciudadano: poseedor de los derechos, protagonista del destino y por ello responsable de la cosa pública. Subyace la idea del 'contrato social'. Puede decirse que la moderna concepción de la ciudadanía supone la integración de los tres principios rectores de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.

Las revoluciones francesa y americana, con su insistencia en los derechos del ciudadano, supusieron para la mayoría de la población el paso de la condición de súbdito a la de ciudadano. Ello no obstante, la plena expresión de la ciudadanía seguiría estando condicionada a la propiedad hasta fechas muy tardías, como lo probaban las limitaciones del derecho de sufragio en la decimonónica 'democracia censitaria'. Y para las mujeres aún tendría que esperar a la conquista del derecho de sufragio.

En el curso del tercer cuarto del siglo XX, la universalización en las sociedades democráticas más desarrolladas de los servicios públicos, la general elevación de los niveles de vida y la extensión de los derechos socio-económicos -incluidos los sindicales-, no sólo confiere un nuevo sentido a la idea de ciudadanía sino que la extiende a la gran mayoría de la población. Hito decisivo, pues, en la evolución del concepto es el desarrollo de los Estados de Bienestar: la práctica universalización de los derechos socioeconómicos, y el reconocimiento de su decisiva importancia, conducen a la incorporación de éstos al concepto mismo de ciudadanía.

El padre intelectual de esta decisiva ampliación es el sociólogo británico T. S. Marshall, que en 1950 definió la ciudadanía como el status que corresponde a quienes son miembros plenos de una comunidad. Para Marshall, la ciudadanía engloba tres familias de derechos: los civiles, claves para el ejercicio de la libertad individual; los políticos, necesarios para la plena participación en los asuntos públicos; y los socio-económicos, que permiten disfrutar del nivel de vida y la protección social. Se abre así camino la noción de que para poder ejercer plenamente los otros derechos es condición necesaria poseer unas condiciones materiales que los hagan posibles.

La ciudadanía corrige o limita el impacto de las desigualdades inevitablemente generadas por el sistema económico. Supone o asegura un cierto grado de redistribución de los bienes materiales y, por tanto, de igualdad. La idea de ciudadanía se convierte así en un ideal democrático e igualitario, en un desiderátum.
En suma, la historia de la expansión de la ciudadanía corre paralela a la de la democracia. Se extiende en dos sentidos: a) abarcando cada vez a más individuos, superando barreras de sexo, propiedad y origen, y rebajando las de edad; b) ampliando la gama o dotación de derechos que confiere. De ahí emana la moderna distinción entre 'ciudadanía sustantiva' y 'ciudadanía formal'.

En realidad, la historia contemporánea, y buena parte de la anterior, podría reescribirse desde el punto de vista de la ciudadanía, o, si se prefiere, tomando como hilo conductor la evolución del concepto de ciudadanía, siempre ligada a la idea de libertad y a la dignidad que ésta entraña. Pero el progreso práctico de la ciudadanía no es lineal ni ininterrumpido. Su evolución reciente, y la misma actualidad de la noción, está fuertemente influida por el proceso de conversión de un cierto número de sociedades en multiculturales y pluriétnicas.

4. Ciudadanía, diversidad y exclusión
En efecto, la gran actualidad de la idea de ciudadanía sería difícilmente comprensible sin el impacto de la 'nueva inmigración', la que se produce desde mediados de los años setenta del siglo XX, con sus nuevos caracteres y en un contexto distinto del de las migraciones de la era clásica. Quizás el rasgo más destacado de las migraciones internacionales en nuestros días sea la extraordinaria diversidad humana que entrañan, resultante de la mundialización acaecida en los flujos migratorios. En diametral contraste con el pasado, en nuestros días el grueso de los inmigrantes en las sociedades receptoras del metafórico Norte procede de Asia, África, América Latina y Europa del Este.

En su virtud, el paisaje social de aquéllas ha cambiado drásticamente. El espectro de nacionalidades y etnias es peculiar en cada caso, pero un considerable grado de diversidad humana es común a todas ellas. Hace sólo cincuenta años, sin embargo, el paisaje social era sensiblemente diferente en todos los lugares.

En ese corto lapso de tiempo, algunas sociedades, entre ellas las de la Unión Europea, han experimentado una de las transformaciones más profundas e influyentes ocurridas hasta la fecha: su conversión en sociedades pluriétnicas y multiculturales. Pocos cambios sociales pueden competir con éste en importancia e implicaciones. Afecta profundamente a la estructura social –a través de la creación de nuevas desigualdades o de la perpetuación de las viejas-, al mercado de trabajo, a la provisión de servicios públicos básicos y a los establecimientos que los proporcionan, a las infraestructuras sociales y al Estado de Bienestar; incrementa considerablemente el pluralismo cultural, lingüístico y religioso; afecta a la etnicidad, a los sentimientos identitarios y a la concepción de la nación -quién forma parte del nosotros y quién no-. Al hacerlo pone a prueba la solidez de algunos de los principios ilustrados sobre los que se fundaron las sociedades democráticas, como la igualdad básica entre los ciudadanos y la cohesión social. Entraña el acomodo de la heterogeneidad.

Un cierto número de sociedades se encuentran muy avanzadas en ese proceso de conversión. En otras sociedades, entre las que se cuentan las de la Europa del sur, esa transformación está aún en sus primeros estadios, aunque ya no en sus albores. Pero cabe pronosticar con seguridad que se completará en el próximo futuro, y en un tiempo relativamente breve. Un cierto número de ciudades europeas -Frankfurt, Ámsterdam, Berlín, Viena, Zürich, París, Londres y otras, con sus correspondientes áreas metropolitanas- hacen ya honor al calificativo de ciudades mundiales, con no menor derecho que Nueva York, Los Ángeles, Miami, Toronto, Vancouver o Sídney.

Una breve visita a cualquiera de las ciudades que más leguas han recorrido en ese camino permite pensar que la experiencia de la multiculturalidad no tiene por qué ser negativa. Cosa distinta es deducir de ello que el acomodo de la diversidad, por usar un término de raigambre clásica, sea fácil. No lo ha sido en las tradicionales sociedades receptoras de inmigración como Norteamérica o Australasia, donde la inmigración ha sido un mecanismo esencial en la construcción de la nación.

Y no debería sorprender que esta conversión sea particularmente difícil en Europa, donde un largo pasado emigratorio y una tradición de concepciones exclusivistas de la nacionalidad han dejado poderosos sustratos socio-psicológicos que militan en contra de la plena incorporación de los inmigrantes a la sociedad.

Pues bien, la combinación de un considerable aumento de la diversidad humana, en un cierto número de sociedades receptoras, con crecientes dificultades de integración social, en un contexto histórico menos propicio a ésta que el anterior, otorga nueva vida al concepto ciudadanía, sobre el telón de fondo de la concepción marshalliana de la misma. Paradójicamente, cuando en algunas de esas sociedades la ciudadanía sustantiva se ha extendido a la gran mayoría de los miembros nacionales de la sociedad, la inmigración, en unas condiciones distintas de las clásicas, incorpora a nuevos miembros que, por lo general, no poseen la plenitud de los derechos ni las condiciones de vida que hacen posible el disfrute y ejercicio de éstos. Algunos conseguirán aquéllos por la vía de la naturalización.

Otros, los inmigrantes que han alcanzado la condición de residentes permanentes -denominados en inglés denizens, en paralelo analógico a los citizens-, poseen los derechos civiles y la mayor parte de los socio-económicos, pero no los políticos. Más abajo en la escala de derechos, y por lo general de condiciones de vida, se sitúan los inmigrantes temporales; y más abajo aún, los 'irregulares' o 'sin papeles'.

En consecuencia la inmigración da lugar a marcadas gradaciones de la ciudadanía; y, a la inversa, crea las condiciones para que la extensión de la ciudadanía devenga una exigencia. A la ciudadanía se opone la exclusión, social y política. En las filas de la primera militan desproporcionadamente los inmigrantes; la segunda afecta sobre todo a los que tienen la condición de 'extranjeros perpetuos'.

5. Ciudadanía y civismo
La diversidad humana contiene grandes promesas -en algunos lugares ya realidades-, pero su acomodo no se está revelando fácil. Como ya se ha dicho, puede resultar en la aparición de nuevas fracturas sociales y en la reaparición de viejas, a lo largo de líneas en parte distintas de las del pasado. De ahí el ideal de 'ciudadanía para todos'. Ese ideal exige, desde luego, la extensión de los derechos de ciudadanía, y ello depende en gran medida de los poderes públicos.

Pero no basta con los derechos para eliminar o reducir sustantivamente las desigualdades de condición. Frecuentemente, las desventajas de origen, unidas a prácticas informales como la discriminación y el racismo, resultan más fuertes que los derechos. En consecuencia, el principio de ciudadanía exige la superación de desventajas de partida -y ello implica tratar desigualmente a los que son desiguales, siguiendo la concepción de la justicia propuesta por el recientemente fallecido John Rawls-; y combatir la discriminación.

En ambas empresas, los poderes públicos tienen especial responsabilidad y agencia; en el segundo, el establecimiento de instituciones especializadas, ad hoc, se ha revelado conveniente. Pero, de nuevo, la actuación de los poderes públicos es necesaria pero no suficiente. El acomodo de la diversidad, con la consiguiente eliminación de la discriminación y la neutralización del racismo y la xenofobia, dependen decisivamente de los ciudadanos, de sus orientaciones y comportamientos: de la cultura cívica o ciudadana de la sociedad. Esta, a su vez, debe encontrar sus más sólidos basamentos en la escuela, pero debe permear la vida entera de la sociedad.

Por otra parte, los benéficos resultados de una cultura cívica plenamente democrática no se limitan al acomodo de la diversidad, con ser ésta un logro cuya importancia es imposible de sobreestimar. De la cultura cívica dependen en buena medida la calidad moral de la sociedad y la calidad de la democracia.

En efecto, para la calidad de la democracia no basta con el funcionamiento regular de las instituciones democráticas. Este asegura la estabilidad del sistema democrático. Pero la calidad de la convivencia y la de la democracia exigen además la eliminación de lacras tales como los malos tratos a las mujeres o la violencia de género y la reducción de otras como el fraude fiscal, el fraude al seguro de desempleo, la explotación de los inmigrantes, las agresiones al medio ambiente o a la salud pública, las altas dosis de polución acústica, la ocupación política de espacios sociales y los malos modales, por mencionar sólo algunas.

Para superar estos déficits es preciso, en primer lugar, que sean colectivamente vistos como tales, que se conviertan en preocupaciones públicas; y que se comprenda que no son maldiciones bíblicas ni taras inevitables de la condición humana, sino consecuencias y manifestaciones de una cultura cívica insuficientemente desarrollada. Para la superación de estos déficits, las orientaciones y comportamientos de los ciudadanos importan tanto o más que la acción de los poderes públicos. De hecho, es difícilmente pensable que ésta pueda tener éxito en ausencia de aquéllas. Las instituciones por sí solas no pueden obtener resultados óptimos en ausencia de ese caudal de actitudes y valores sociales constituido por la cultura cívica. La cultura cívica propia de una sociedad democrática avanzada tiene su pilar central en un elevado grado de civismo. La calidad de la convivencia depende ante todo de éste.

Curiosamente, los diccionarios definen el civismo en dos sentidos distintos, aunque más conexos de lo que parece: como respeto por las instituciones y celo por su defensa; y como cortesía y generosidad al servicio de los demás ciudadanos. La calidad de buen ciudadano es equivalente a la calidad de cortés y educado, en los sentidos más amplios de estos términos.

El civismo reposa sobre valores tales como la responsabilidad, el respeto mutuo, la confianza, el sentido de lo público y del bien común, un cierto sentido de obligación hacia la colectividad y un conjunto de preocupaciones y metas que superen los límites del interés puramente particular, además de la justicia, la ecuanimidad, la prudencia y la solidaridad; o, más bien, sobre su adopción activa o incluso militante. Y reposa también sobre la comprensión y convicción de que el bien colectivo repercute poderosamente sobre el individual o particular, y de que es inteligente, incluso en términos egoístas, procurar el respeto y el bien de los otros; y, a la inversa, de que el beneficio individual logrado por medio de comportamientos abusivos o irrespetuosos deteriora la salud de la colectividad y de ello terminan por derivar perjuicios para todos.

El civismo supone tener en cuenta a los demás y situarse en su lugar. Entraña un conjunto de "restricciones voluntarias" en beneficio de la colectividad, de la que se espera reciprocidad. Supone estándares morales colectivos elevados; y éstos deparan una mejor convivencia y, consiguientemente, una vida mejor para todos. Antaño, entre las obligaciones del ciudadano primaban la lealtad y el servicio militar. Hoy el segundo ha sido generalmente sustituido por los deberes del civismo.

6. La ciudadanía, en perspectiva de futuroPuede decirse que el concepto de ciudadanía muestra en nuestros días una considerable 'vis expansiva', tendiendo constantemente a ampliar su sentido, contenido y alcance. Ha pasado de tener una connotación 'excluyente' a poseer una 'incluyente'. La idea de ciudadanía se hace cada vez más 'social', y por ello menos estrictamente jurídica y política.

En nuestros días empieza a alumbrar la posibilidad de que la ley estatal no sea la única fuente de ciudadanía, y de que ésta no dependa de la nacionalidad. El progreso de la conciencia colectiva, el propio desarrollo de la democracia, cada vez van a exigir más que la dotación y posesión de derechos no dependa de la nacionalidad, sino que baste la simple pertenencia a la especie humana, desbordando la secular hegemonía del Estado-nación.

Desarrollo fundamental en esa dirección es la creciente disociación entre ciudadanía y nacionalidad: en el futuro ésta puede dejar de ser la condición de aquélla. La extensión del derecho de voto a los nacionales de otros estados-miembro, de momento en el ámbito local, va en esa dirección; como pudiera ir en el futuro la emergente noción de "ciudadanía europea", cuando deje de estar condicionada a la posesión de la nacionalidad de uno de los estados que conforman la Unión Europea. Por lo que a los inmigrantes se refiere, la naturalización, o adquisición de la nacionalidad no puede ser la avenida preferente para alcanzar la ciudadanía.

Sin duda es una vía importante, porque es condición para la participación -ingrediente importante, a su vez, de la idea de ciudadanía-, en cuya ausencia ésta queda demediada. Pero no es condición suficiente, por cuando su virtualidad puede estar socavada por situaciones de grave desventaja. Hay, además, una creciente imposibilidad moral y política para exigir a los inmigrantes que soliciten la nacionalidad para adquirir la plenitud de los derechos, de condicionar la ciudadanía a la nacionalidad; y, por otro lado, las dificultades para el acceso a la nacionalidad en bastantes países, en particular los europeos, condena a la mayoría de los inmigrantes a la condición de 'extranjeros perpetuos'.

La posesión de la nacionalidad va a ser cada vez menos la condición necesaria para la ciudadanía. De hecho, empieza a emerger la noción de "pertenencia (o ciudadanía) post-nacional", que apunta a una fuente distinta de la soberanía nacional para el reconocimiento de derechos. Si esos atisbos se consolidan, tal vez entonces sea posible, como ha propuesto Marco Martiniello, construir "un universalismo no asimilacionista, una ciudadanía
multicultural y una ciudadanía múltiple en la Unión Europea".


Como actividad complementaria al contenido temático ya visto, analiza la selección de páginas del libro:
Martínez Huerta Miguel. Ética con los clásicos. Ed. Plaza y Valdés. México, 2007, pp. 14-16, 42-45, 79-82.

Y también lo puedes encontrar en el siguiente hipervínculo:
http://books.google.com.mx/books/about/%C3%89tica_con_Los_Cl%C3%A1sicos.html?id=MB-4PJWsk_8C&redir_esc=y

BLOQUE TEMÁTICO III


REFLEXIÓN ÉTICA SOBRE LA PRAXIS CIUDADANA
Propósito:Que el estudiante proponga acciones éticamente responsables para la vida ciudadana, mediante la reflexión critica de los valores propios de la democracia, para evaluar la importancia del interculturalismo en el desarrollo humano.

CONOCIMIENTOS
El alumno conocerá nociones filosoficas de:

Ø Ética y Ciudadanía.
Ø Problemática de la vida democrática y sus valores.
Ø Multiculturalismo e Ínterculturalismo.

HABILIDADES
  • Analiza la relación entre ética y ciudadanía a partir de los problemas de la democracia y sus valores.
  • Evalúa las diferencias culturales como parte de su desarrollo humano a partir del análisis filosófico.
  • Fundamenta filosóficamente una propuesta de solución a un problema relacionado con su proceso de ciudadanización.

ACTITUDES
  • Favorece las explicaciones racionales fomentadas por medio de la reflexión y la crítica.
  • Asume la “duda” como parte fundamental del conocer.
  • Es capaz de cuestionar sus propios pensamientos, costumbres y opiniones, con el objeto de analizarlas a través de un examen reflexivo y riguroso.
  • Desarrolla la capacidad de confrontarse con el pensamiento del “otro” a través de la crítica y el debate

PROBLEMÁTICA SITUADA:
De costumbres a costumbres1
En el oriente de Monterrey está asentado uno de los grupos indígenas mejor organizados. Se trata de una comunidad mixteca que supera las 80 familias, quienes tratan de mantener sus tradiciones y costumbres. En las casas, patios y calles, se pueden ver atajos de puercos, gallinas y perros, también se pueden apreciar huertos familiares donde cosechan maíz, calabaza, chile y otras plantas; las mujeres cargan a sus hijos y elaboran platillos tradicionales. Sin embargo, lejos del romanticismo, la gente batalla diariamente para ganarse unos pesos con las artesanías que producen, mismas que difícilmente pueden vender porque las autoridades municipales se los impiden bajo el supuesto de que está prohibido hacerlo.
La mayoría de los grupos étnicos han sido violentados en sus Derechos Humanos, víctimas de la extorsión por parte de los guardianes del orden y los inspectores de comercio, por lo que a los indígenas nos les queda más que aguantar en silencio. Para ellos, la idea de regresar a sus lugares de origen ya no es una opción. No es posible reinventarse cuando ya se ha dejado todo y se tiene que volver a comenzar.
Pese a todo, los mixtecos asentados en la zona conurbada de Monterrey aseguran que ahí la pasan mejor que en sus propios lugares de origen: “Sí extraño, pero ya no quiero recordar, allá no hay qué comer, se pasa mucha hambre, sólo teníamos nopal y fríjol, a veces arroz, aquí hay todo”, dice Guadalupe Martínez de 50 años.
¿Por qué es posible que en un régimen democrático se discrimine a los grupos indígenas asentados en centros urbanos como Monterrey, por llevar a cabo costumbres que no son aceptadas por las mayorías en las grandes ciudades?, ¿cómo podemos convivir con gente que tiene prácticas culturales distintas a la nuestras? ¿Por qué tendríamos que hacerlo? ¿Con base en qué argumentos filosóficos podemos valorar la diversidad cultural?
Texto original en: http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/8538745, consultado en junio de 2012 y adaptado para fines educativos.

2.6. EL MITO DE LA CAVERNA


Platón. (1998)La república.
Introducción de Manuel Fernández—Galiano.
Traductor: José Manuel Pabón y Manuel Fernández—Galiano.
Madrid: Alianza Editorial.



El Mito De La Caverna
Quizá La República sea el diálogo más importante escrito por Platón. En él expuso su doctrina social y política, y su teoría del conocimiento, parte de la cual, expresada en el “mito de la caverna”, puede leerse a continuación.

Fragmento de La República.
De Platón.
Libro VII.
Y a continuación —seguí— compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto; y a lo largo del camino suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.

—Ya lo veo —dijo.

Pues bien, contempla ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.

— ¡Qué extraña escena describes —dijo— y qué extraños prisioneros!

Iguales que nosotros —dije—, porque, en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?

— ¿Cómo —dijo—, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?

— ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?

— ¿Qué otra cosa van a ver?

Y, si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?

—Forzosamente.

¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que velan pasar?

—No, ¡por Zeus! —dijo.

Entonces no hay duda —dije yo— de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.

—Es enteramente forzoso —dijo.

Examina, pues —dije—, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?

—Mucho más —dijo.

Y, si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son realmente más claros que los que le muestran?

—Así es —dijo.

Y, si se lo llevaran de allí a la fuerza —dije—, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado y, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?

—No, no sería capaz —dijo—, al menos por el momento.

Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.

— ¿Cómo no?
Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar.

—Necesariamente —dijo.

Y, después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible y es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.

—Es evidente —dijo— que después de aquello vendría a pensar en eso otro.

¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?

—Efectivamente.

Y, si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, Basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente «ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal» o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?

—Eso es lo que creo yo —dijo—: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.

Ahora fíjate en esto —dije—: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas como a quien deja súbitamente la luz del sol?

—Ciertamente—dijo.

Y, si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad —y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse—, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?

—Claro que sí —dijo.
Pues bien —dije—, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh, amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda—prisión y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que vería quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.

—También yo estoy de acuerdo —dijo—, en el grado en que puedo estarlo.

Pues bien —dije—, dame también la razón en esto otro: no te extrañes de que los que han llegado a ese punto no quieran ocuparse en asuntos humanos; antes bien, sus almas tienden siempre a permanecer en las alturas, y es natural, creo yo, que así ocurra, al menos si también esto concuerda con la imagen de que se ha hablado.

—Es natural, desde luego —dijo.

¿Y qué? ¿Crees —dije yo— que haya que extrañarse de que, al pasar un hombre de las contemplaciones divinas a las miserias humanas, se muestre torpe y sumamente ridículo cuando, viendo todavía mal y no hallándose aún suficientemente acostumbrado a las tinieblas que le rodean, se ve obligado a discutir, en los tribunales o en otro lugar cualquiera, acerca de las sombras de lo justo o de las imágenes de que son ellas reflejo y a contender acerca del modo en que interpretan estas cosas los que jamás han visto la justicia en sí?

—No es nada extraño —dijo.

Antes bien —dije—, toda persona razonable debe recordar que son dos las maneras y dos las causas por las cuales se ofuscan los ojos: al pasar de la luz a la tiniebla y al pasar de la tiniebla a la luz. Y, una vez haya pensado que también le ocurre lo mismo al alma, no se reirá insensatamente cuando vea a alguna que, por estar ofuscada, no es capaz de discernir los objetos, sino que averiguará si es que, viniendo de una vida más luminosa, está cegada por falta de costumbre o si, al pasar de una mayor ignorancia a una mayor luz, se ha deslumbrado por el exceso de ésta; y así considerará dichosa a la primera alma, que de tal manera se conduce y vive, y compadecerá a la otra, o bien, si quiere reírse de ella, esa su risa será menos ridícula que si se burlara del alma que desciende de la luz.

—Es muy razonable —asintió— lo que dices.

2.5. ENAJENACIÓN


Fuente:
D’Amato, P. 31 de octubre de 2003
ENAJENACIÓN
http://socialistworker.org/Obrero.shtml


ENAJENACIÓN
El término "enajenación" comúnmente se refiere a un sentimiento de separación, de estar solo y lejos de otros. Es decir, puede ser entendida en términos muy generales como un sentimiento, una experiencia de aislamiento, impotencia y frustración; como una pérdida de control de la propia vida e incluso como la sensación de distanciamiento de la sociedad e incluso de nosotros mismos. Para Marx, la enajenación no era un sentimiento ni una condición mental, sino una condición económica y social de la sociedad de clases--en particular, de la sociedad capitalista.

La enajenación, en términos marxistas, se refiere a la separación de la masa de asalariados de los productos de su propio trabajo. Marx expresó primero esta idea, de forma algo poética, en sus Manuscritos de 1844: "El objeto que el trabajo produce, su producto, se presenta como algo opuesto a él, como una fuerza independiente del productor".

Marx no realiza un análisis de toda forma de alienación, sino solamente realiza un análisis concreto de la alienación específicamente capitalista. Así, el estudio de la alienación sirve desde luego, para darnos cuenta de una categoría fundamental, que nos sirve en general para hacer una severa crítica a la cultura postmoderna y en particular a la cultura capitalista, en donde podemos encontrar que la enajenación la vivimos en la vida cotidiana y en donde además ésta nos sirve para justificar la pasividad, la posición de victimas ante el poder político o el poder económico y la imposibilidad de transformar el mundo.

La mayor parte de nosotros no es dueña ni de las herramientas, ni de la maquinaria con que trabajamos, como tampoco de los productos que producimos--estos pertenecen al capitalista que nos empleó. Pero todo con lo que (o sobre lo que) trabajamos en algún momento provino del trabajo humano. La ironía es que dondequiera que miremos somos confrontados con la labor de nuestras propias manos y cerebros, y sin embargo estos productos de nuestro trabajo aparecen como cosas fuera de nosotros, y fuera de nuestro control.

El trabajo y los productos de nuestro trabajo nos dominan, en vez de lo contrario. En vez de ser un lugar en donde realicemos nuestro potencial, el lugar de trabajo es meramente un lugar al que nos vemos obligados a ir para obtener dinero para comprar las cosas que necesitamos.

"Así que", escribió Marx, "el trabajador se siente a si mismo cuando no trabaja; cuando trabaja, no se siente a si mismo. Se siente a gusto cuando no trabaja, e incómodo cuando trabaja. Su trabajo, por lo tanto, no es voluntario sino forzado, es trabajo forzado. Es, por lo tanto, no la satisfacción de una necesidad pero un mero medio de satisfacer las necesidades fuera de éste. Su carácter enajenado es demostrado claramente por el hecho de que tan pronto como la compulsión física (o similar) deja de existir, se le rehúye como a la peste".

En la producción capitalista, los bienes se producen para el mercado, para obtener una ganancia. Lo que importa para el trabajador, como he dicho, es que él o ella obtengan una remuneración adecuada por su trabajo. Qué se produce, en este sentido, es inmaterial.

También es completamente inmaterial para los capitalistas. Mientras que lo que ellos hagan un mercadeo y pueda ser vendido con una ganancia, a ellos no les interesa un comino si lo que venden son piedras o agua embotellada. En este proceso, el capitalista ve al trabajador como un mero componente de la producción--un bien (su trabajo) para ser exprimido tanto como sea posible.

Además, dado que el objetivo de la producción capitalista es la ganancia y no el satisfacer las necesidades humanas, los productos del trabajo efectuado anteriormente (denominado "muerto")--como la maquinaria y los materiales, que son controlados por los capitalistas--dominan completamente el trabajo actual (denominado "vivo"). Los trabajadores son literalmente esclavos de la máquina y del proceso del trabajo. Este los controla, en vez de lo opuesto.

Es por ello que, "El trabajador se vuelve más pobre en la medida que produce más riqueza y a medida que su producción crece en poder y en cantidad. El trabajador se convierte en una mercancía aún más barata cuantos más bienes crea. La devaluación del mundo humano aumenta en relación directa con el incremento de valor del mundo de las cosas. El trabajo no sólo crea bienes; también se produce a sí mismo y al trabajador como una mercancía y en la misma proporción en que produce bienes. Este hecho supone simplemente que el objeto producido por el trabajo, su producto, se opone ahora a él como un ser ajeno, como un poder independiente del productor."

Quizás una de las formas más degradantes de la enajenación es la manera en que todo puede convertirse en un bien que puede ser comprado y vendido--inclusive el sexo. Hay otro aspecto de la enajenación que Marx llamó el "el fetichismo de los bienes". Lo que él quiso decir con esta frase extraña es la manera en que la relación social entre seres humanos, en el contexto de la producción para el mercado capitalista, toma "la forma fantástica de una relación entre cosas".

En el capitalismo la misma idea de naturaleza humana, queda alienada o fetichizada, en este sentido el fetichismo de la mercancía, se refiere de que el producto de la practica humana, cuando se convierte en mercancía, es decir, cuando se vende en un mercado, esconde su origen humano, y se contrapone al hombre como objeto natural con leyes propias. Fetichismo es otro término que agrega Marx al léxico de alienación.
Es precisamente sobre la fetichización de la naturaleza humana, entendida como una red de relaciones económico-sociales, que se erige la alienación de toda la cultura, la cual culmina en la religión.

Marx descubre que es el capitalismo el principal origen de la enajenación, es decir, como un efecto del capitalismo, el ser humano se encuentra no sólo ajeno de sí mismo, sino también de los demás hombres, y es ajeno del mundo que el mismo ha creado y transformado.

La naturaleza anárquica e imprevista de la producción para el mercado implica que sus participantes no son capaces de controlarlo. El resultado es que el comienzo de un periodo de crecimiento económico o el desliz hacia una brusca contracción son acontecimientos que suceden independientemente de la voluntad de los participantes. "Para ellos", dice Marx, "su propia acción social toma la forma de actos de objetos, que gobiernan a los productores en vez de ser gobernados por ellos".

La única manera de superar la enajenación es cuando los trabajadores decidan abolir colectivamente su separación de la propiedad y el control de los medios de producción, y usen este control para abolir el mercado y lo reemplacen con una planificación consciente que permita satisfacer las necesidades humanas.

Fuente (s):
1. Marx, Karl. "Manuscritos Económico-Filosóficos". Fondo de Cultura Económica, México 1992.

2. Feuerbach, Ludwig. "Tesis Provisionales Para La Reforma de la Filosofía". Labor, Barcelona 1976.

3. Fromm, Erich, et al. "La Soledad del Hombre". Monte Ávila Editores, Caracas 1970.

4. Hegel. "Fenomenología del Espíritu". Fondo de Cultura Económica, México 2000.

Como actividad complementaria al contenido temático ya visto, y en apoyo a las actividades del Programa de Acreditación en Grupos Colaborativos (PAC), debes de realizar las siguientes actividades:
1. Resumen del tema, que deberá de ser como mínimo, media cuartilla y como máximo una cuartilla.
2. Realizar un cuadro o un mapa conceptual sobre tema revisado.
3. Como aplicarías el tema en tu vida cotidiana.

2.5. CONCIENCIA (ACTIVIDAD)

2.5. CONCIENCIA






Fuente:
Darley J. & Glucksberg S. & Kinchla R. (1990)
PSICOLOGÍA
México
Prentice-hall hispanoamericana, S. A.
pp. 172-174



Conciencia
Aunque no hay una definición única de conciencia, en general los psicólogos la describen como el estado de alerta hacia los estímulos externos y los eventos mentales internos (Natsoulas, 1983; Orstein, 1977). La conciencia es selectiva por naturaleza, y está íntimamente relacionada con el concepto de atención.

Un ejemplo,ahora estas leyendo estas notas (y quizá estas consciente de que mañana tienes un examen), pero también podrías estarlo de las personas que hablan en otro salón, incluso si no sabe exactamente lo que dicen. No obstante, podría ignorar totalmente la lluvia o el suave silbido del viento.

Diferentes factores fisiológicos y emocionales influyen en nuestro estado mental, y también podrían afectar nuestro alertamiento hacia los eventos o estímulos que tienen lugar a nuestro alrededor. ¿Qué aspectos son importantes para la caracterización o comparación de los estados de conciencia? Si bien no hay una respuesta concreta para esta pregunta, podríamos tomar en consideración tres aspectos: responsividad, capacidad cognoscitiva y personalidad. Ninguno de ellos define la conciencia por si mismo, pero cada uno describe algún elemento de los procesos que en conjunto denominamos conciencia.

Responsividad
No hay duda de que uno de los aspectos más obvios de la conciencia es la responsividad ante un estimulo. Una persona dormida muestra cierta resposividad. Toque a alguien que esté dormido, o diga suavemente su nombre, y la persona quizá cambie ligeramente de posición sin despertarse.

Incluso bien despierto, la responsividad ante un estimulo en particular podría depender del foco de atención. Puedes estar muy atento a un partido de futbol y no oír el timbre de la puerta, o darse cuenta de repente de que no ha estado oyendo a su acompañante en una fiesta por estar oyendo furtivamente a otra pareja que habla detrás de usted.

Capacidad cognoscitiva
Las personas tenemos toda una gama de aptitudes cognoscitivas básicas (pensamiento). Podemos hablar claramente, recordar muchas cosas, imaginar el futuro y hacer planes razonables. Si después de ser noqueado un boxeador le dice a su manager que el cuadrilátero se encuentra en Chicago; cuando en realidad esta en Nueva York, este sospechará que el boxeador pasa por un estado de conciencia alterado.

El concepto de motivación inconsciente de Sigmund Freud muestra que gran parte de nuestro pensamiento y conducta como adultos se debe a eventos ocurridos en nuestros primeros años de vida –que quizá apenas recordemos o sepamos de ellos. Freud argumentaba que si bien podemos estar conscientes de muchos recuerdos en lo que llamo nuestro preconsciente, muchos otros deseos, temores o sentimientos y deseos socialmente inaceptables (con frecuencia de naturaleza sexual) son reprimidos o mantenidos en nuestro inconsciente, desde donde influyen de manera importante en nuestros pensamientos y conducta.

Personalidad
Estos factores de personalidad son típicamente atributos no intelectuales. Más que de aptitudes cognoscitivas básicas, se trata de actitudes, valores, sentimientos y emociones que influyen en nuestra conciencia normal. En general, una persona responde a eventos y situaciones de manera predecible, de acuerdo con su personalidad, si bien ciertos factores pueden alterar ésta, y entonces se dice que se ha alterado el estado de conciencia de dicha persona. Alguien que normalmente es bastante tímido, y cuyos valores y opiniones políticas son más bien ortodoxos, podría experimentar cambios sorprendentes después de tomar algunas copas en la fiesta de navidad de la oficina. Alguien que siempre es agradable y fácil de sobrellevar podría ponerse irritable y exigente después de 48 horas sin dormir, del mismo modo que es alegre y optimista podría sentirse abatido y pesimista durante algunas semanas y meses a resultas de la muerte de un pariente o amigo cercano.

Quieres saber más sobre el funcionamiento del cerebro,cuando somos adolescentes?
da click en el siguiente hipervinculo.
http://natgeo.televisa.com/articulos/346072/cerebros-adolescentes



Como actividad complementaria al contenido temático ya visto, y en apoyo a las actividades del Programa de Acreditación en Grupos Colaborativos (PAC), debes de realizar las siguientes actividades:
1. Resumen del tema, que deberá de ser como mínimo, media cuartilla y como máximo una cuartilla.
2. Realizar un cuadro o un mapa conceptual sobre tema revisado.
3. Como aplicarías el tema en tu vida cotidiana.

2.4. JUSTICIA Y BIEN COMUN


Justicia
La etimología del término “justicia” es la siguiente. Del griego () proviene del termino dikaion (lo justo) que, a su vez, procede de dikha (división en dos). Esta justicia se expresa a través del juez dikastes que es el que divide las cosas en dos. El origen latino del termino justicia se refiere a la conformidad con el derecho y corresponde al termino iustitia, uis.

Es difícil definir este termino debido a la multiplicidad de significados, entre los que sobresale el de Ulpiano, y los escolásticos: "justicia es dar a cada uno lo que es debido". Otras definiciones se centran en la función del derecho y la definen como un conjunto de leyes que intentan establecer las buenas relaciones y la igualdad entre las personas.

Distinguimos también una significación "objetiva", que se refiere al derecho y a las instituciones públicas y otra "subjetiva", que es primariamente una virtud personal que rige las relaciones entre personas. La justicia en este sentido también se refiere al hombre de vida moral recta (facere bonum).

Las teorías modernas siguen considerando a la justicia como virtud social y como virtud personal. La entienden como una teoría de la justicia social en la que destaca el concepto de "equidad". Tal concepto se refiere a la igualdad de todos ante la ley y a la ley equitativa distribución de los bienes sociales.

Tipos de justiciaJusticia conmutativa (orden que va de las partes a las partes):
Regula las relaciones interpersonales, las relaciones de propiedad, el intercambio de bienes entre particulares y el orden justo entre las personas. Se preocupa dela rectitud en los contratos y compraventas; así como del justo pago de salarios. Actos contrarios a esta justicia son lo salarios injustos, los abusos en las relaciones laborales, fraudes, estafas y robos.

Justicia distributiva: (orden que va del todo a las partes)
Regula el reparto equitativo de bienes y cargas en la sociedad. Considera el orden justo en las relaciones de la comunidad con respecto a sus miembros. Se preocupa de hacer recordar en lo posible la libertad con la igualdad. Tiene como misión controlar proporcionalmente la distribución y administración de los bienes comunes en la sociedad y en las instituciones. En la actualidad se relaciona con la justicia social, y constituye el verdadero núcleo de la problemática política y social. Esta justicia se preocupa de que los tributos e impuestos se paguen proporcionalmente.

Justicia general o legal:
Aristóteles la consideraba como la virtud completa, pues se refiere al cumplimiento de la ley. Se le llama general porque ordena los actos de todas las virtudes al bien común. Tiene como función elaborar leyes justas y adecuadas para el bienestar social. Algunos la consideran como un tipo de justicia equivalente a la distributiva.

Sentido de la justicia
La justicia no consiste nada más en dar a cada uno lo suyo de una vez para siempre, sino en dárselo una y otra vez. Y es que el reparto delos bienes se desequilibra constantemente, y siempre volvemos a ser acreedores y deudores. No es posible conseguir un estado definitivo de justicia: la justicia es una lucha por la justicia: es una tarea infinita. El orden de la justicia no es un orden estático sino dinámico, en el que la virtud de la prudencia indica cómo proceder en cada caso. En este proceso hay que ajustarse al dinamismo de la historia, pero este dinamismo nunca se deberá llevar a cabo con la injusticia, pues la injusticia no se puede corregir con nuevas injusticias.

Bien común Es el conjunto de condiciones de la vida social que permiten que las asociaciones y cada uno de sus miembros alcancen de manera más fácil e íntegra la perfección que les corresponde.

No es la suma de los bienes de cada uno de los miembros de la sociedad ya que es indivisible y solo con la colaboración de todos puede ser alcanzado, aumentado y protegido. Afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada uno, y más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad.

Elementos de la definición
Implica:
El conjunto de condiciones de la vida social: estructuras, libertad, orden, seguridad, educación, empleo, salud (perfeccionamiento físico y espiritual), justicia, familia, vivienda, religión (el hombre tiene una dimensión sobrenatural que es preciso desarrollar); asociaciones y cada uno de sus miembros: integrantes de la sociedad agrupados o individualmente; el logro de su propia perfección: plenitud de las potencias.

Respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del Bien Común, las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana. La sociedad debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su vocación. En particular, el Bien Común reside en las condiciones de ejercicio de las libertades naturales que son indispensables para el desarrollo de la vocación humana: “derecho a actuar de acuerdo con la recta norma de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad, también en materia religiosa” (GS 26, 2)” (CIC, n. 1907); bienestar social y desarrollo del grupo mismo. El desarrollo es el resumen de todos los deberes sociales. Ciertamente corresponde a la autoridad decidir, en nombre del Bien Común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a fundar una familia, etc. (Cfr. GS 26, 1)” (CIC, n. 1908); implica “paz”, es decir, estabilidad y seguridad de un orden justo. Supone, por tanto, que la autoridad garantiza por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros.

El Bien Común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva (CIC, n. 1909). En definitiva son cuatro los elementos que constituyen el Bien Común: 1.- Las condiciones sociales de paz, justicia y libertad; 2.- Un conjunto de bienes materiales, educativos, religiosos; 3.- Equidad en el reparto de esos bienes; y 4.- Una adecuada organización social.

Características del Bien Común
Es objetivo

Es uno de los principios que rigen la vida social que es preciso tener siempre presente. Es también uno de los conceptos más desgastados y ambiguos, pues se lo confunde con bienestar, o calidad de vida -visión ampliada del bienestar-. Pero estos conceptos centran el fin de la sociedad en el individuo autónomo y nada tienen que ver con el concepto de Bien Común.

Deriva de la naturaleza humana El concepto de Bien Común “está íntimamente ligado a la naturaleza humana. Por ello no se puede mantener su total integridad más que en el supuesto de que, atendiendo a la íntima naturaleza y efectividad del mismo, se tenga siempre en cuenta el concepto de la persona humana” (PT, n. 55).

No es la suma de los bienes individuales, tampoco la sociedad es la mera suma de los individuos. La sociedad es necesaria para que la persona se realice como tal, y debe presentar una serie de condiciones que hagan posible el desarrollo simultáneo de la persona y de ella misma, hacia la perfección que se dará histórica y culturalmente. No hablamos aquí de unas condiciones mínimas de desarrollo, ni de algo necesariamente material (aunque lo material forma parte de la “integridad” del desarrollo humano). Hablamos de condiciones de posibilidad.

Redunda en provecho de todos “El Bien Común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: ‘el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario’ [...]. Este orden tiene por base la verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor” (CIC, n. 1906-9 y 1912).

En cuanto a la subordinación a las exigencias del Bien Común, las personas “deben proceder necesariamente sin quebranto alguno del orden moral y del derecho establecido, procurando armonizar sus derechos y sus intereses con los derechos y los intereses de las demás categorías económicas profesionales, y subordinar los unos y los otros a las exigencias del Bien Común” (MM, n. 147), “aunque en grados diversos, según las categorías, méritos y condiciones de cada ciudadano. Por este motivo, los gobernantes han de orientar sus esfuerzos a que el Bien Común redunde en provecho de todos, sin preferencia alguna por persona o grupo social determinado [...]. No se puede permitir en modo alguno que la autoridad civil sirva al interés de unos pocos, porque está constituida para el Bien Común de todos. Sin embargo, razones de justicia y de equidad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno tengan especial cuidado de los ciudadanos más débiles, que pueden hallarse en condiciones de inferioridad, para defender sus propios derechos y asegurar sus legítimos intereses” (PT, n. 56). “Todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos” (GS, n. 26).
“La persona [...] se ordena al Bien Común, porque la sociedad, a su vez, está ordenada a la persona y a su bien, estando ambas subordinadas al bien supremo, que es Dios” (IBÁÑEZ LANGLOIS, JOSÉ MIGUEL, o.c., p. 86).

La sociedad se ordena a la persona, “en consecuencia, el bien de la persona está por encima (es la razón de ser) del Bien Común. Pero el hombre, como individuo, se ordena al Bien Común: el Bien Común está por encima del bien individual. El bien de la persona no se alcanza sino en su trascenderse en la búsqueda del Bien Común” (Ibídem.).

Sencillamente, no pueden oponerse Bien Común y bien de la persona: la persona que se cierra en su individualidad frustra su propio bien, a la par que frustra la posibilidad de la consecución del bien de los demás.

“El Bien Común de un grupo social es pues el fin común por el cual los integrantes de una sociedad se han constituido y relacionado en ella. Ese Bien Común tiene como característica distintiva el hecho de que por su propia naturaleza es esencialmente participable y comunicable a los integrantes del grupo social” (ZANOTTI GABRIEL, Economía de Mercado y Doctrina Social de la Iglesia, Edit El Belgrano, p. 22).

Abarca a todo el hombre
“Es decir, tanto a las exigencias del cuerpo como a las del espíritu. De lo cual se sigue que los gobernantes deben procurar dicho bien por las vías adecuadas y escalonadamente, de tal forma que, respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu” (PT, n. 57). “Abarca todo un conjunto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección” (MM, n. 19).
El hombre, por tener un cuerpo y un alma inmortal, no puede satisfacer sus necesidades de un modo absoluto ni conseguir en esta vida mortal su perfecta felicidad. Esta es la razón por la cual el Bien Común debe procurarse por tales vías y con tales medios, que no sólo no pongan obstáculos a la salvación eterna del hombre, sino que, por el contrario, le ayuden a conseguirla (Cfr. PT, n. 59).

Obliga al Estado “La razón de ser de cuantos gobiernan radica por completo en el Bien Común. De donde se deduce claramente que todo gobernante debe buscarlo, respetando la naturaleza del propio Bien Común y ajustando al mismo tiempo sus normas jurídicas a la situación real de las circunstancias” (PT, n. 54).
Siendo superior al interés privado, es inseparable del bien de la persona humana, comprometiendo a los poderes públicos a reconocer, respetar, acomodar, tutelar y promover los derechos humanos y a hacer más fácil el cumplimiento de las respectivas obligaciones. Por consiguiente, la realización del Bien Común puede considerarse la razón misma de ser de los poderes públicos, los que están obligados a llevarlo a cabo en provecho de todos los ciudadanos y de todo hombre -considerado en su dimensión terrena-temporal y trascendente- respetando una justa jerarquía de valores, y los postulados de las circunstancias históricas (Cfr. PT: AAS 55 (1963) 272).

“Si toda comunidad humana posee un Bien Común que la configura en cuanto tal, la realización más completa de este Bien Común se verifica en la comunidad política. Corresponde al Estado defender y promover el Bien Común de la sociedad civil, de los ciudadanos y de las instituciones intermedias” (CIC, n. 1910).
Ha de ser considerado como un valor de servicio y de organización de la vida social, del nuevo orden de la convivencia humana. Pero no sólo el Estado debe aportar las condiciones, es tarea de todos.

Caben dos extremos:El Estado “providencia” que se encarga de todo, peca por exceso. Se busca el perfeccionamiento del hombre, pero éste ha de poner de su parte. Si el Estado impone las condiciones coarta la libertad individual.
El Estado liberal en el que cada uno se ocupa de sí mismo, peca por defecto.
Obliga al ciudadano
“Todos los individuos y grupos intermedios tienen el deber de prestar su colaboración personal al Bien Común. De donde se sigue la conclusión fundamental de que todos ellos han de acomodar sus intereses a las necesidades de los demás, y deben enderezar sus prestaciones en bienes o servicios al fin que los gobernantes han establecido, según normas de justicia y respetando los procedimientos y límites fijados por el gobierno” (PT, n. 53).

Actualmente al no afrontarse con frecuencia los problemas sociales “según criterios de justicia y moralidad”, sino de acuerdo con criterios económicos e ideológicos, “se está perdiendo en la sociedad la capacidad de decidir según el Bien Común; y esto está provocando, en el individuo, una creciente incapacidad para encuadrar los intereses particulares en una visión coherente del Bien Común” (CA, n. 47).

Como actividad complementaria al contenido temático ya visto, y en apoyo a las actividades del Programa de Acreditación en Grupos Colaborativos (PAC), debes de realizar las siguientes actividades:
1. Resumen del tema, que deberá de ser como mínimo, media cuartilla y como máximo una cuartilla.
2. Realizar un cuadro o un mapa conceptual sobre tema revisado.
3. Como aplicarías el tema en tu vida cotidiana.

2.3.DERECHOS HUMANOS (ACTIVIDAD)


Como actividad complementaria al contenido temático ya visto, a continuación encontrarás una serie de preguntas. Te invitamos a que las respondas brevemente y de manera reflexiva.

1. Escribir al menos cuatro ejemplos donde se falte a los derechos humanos en situaciones que parezcan “normales”
2. ¿crees que se atente contra la libertad de los “criminales”? ¿Qué constituye un juicio justo? ¿Cuál es la importancia de las intenciones en un proceso penal?
3. ¿Alguna vez un profesor ha atentado contra tus derechos humanos?
4. Investiga en Internet de que se trata la ley SB1070.

2.3. DERECHOS HUMANOS


Zagal, H.; Galindo, J. ()
Ética para adolescentes Posmodernos
Publicaciones Cruz O. S. A. pp.195-202


Los Derechos Humanos
El cadenero del antro
A todos les ha pasado o lo han visto: un grupo de amigos se junta para ir a un “antro”. La noche comienza bien. Todo mundo está aquí. Pero después de un rato las cosas cambian: el grupo de amigos es detenido un largo rato en las puertas del bar mientras observa cómo otros chavos entran sin mayor problema. Cuando preguntan les dicen que aquellas personas ya tenían reservación. Es normal, piensan. Esperan un poco más. Hileras de niñas guapas entran al lugar y saludan al cadenero de beso. Les entregan unos “brazaletes de descuento”. El grupo de amigos trata de llegar a un acuerdo con el individuo que decide quién entra y a qué hora, pero éste insiste en que esperen un poco más. Así que el grupo se arma de paciencia. Horas más. Siglos más. Comienzan a desesperar. Pronto son e los últimos en la fila. A la entrada del antro un cartel anuncia: “En este lugar no se discrimina la entrada a nadie…”.
Pero bueno, siempre hay maneras.


Eventualmente entran, claro. ¿Por qué esperaron todo ese tiempo? Porque sí. Porque querían entrar. Bien. Nada grave en eso. Pero cuando están pagando el cover algo más ocurre: a las niñas guapas se les da un boleto de descuento; a los niños feos, no.

Pero ese es el sistema. Siempre ha sido así. No pasa nada, ¿verdad? Incluso hacemos bromas al respecto: “¡Qué asco ir a un cubil felino! ¡Guá-ca-la, este lugar está lleno de gatos!” hasta hace poco, los antros se podían ufanar de ser exclusivos y de reservarse el “derecho de admisión” (el famoso N.R.D.A.), que no eran sino eufemismos, es decir, disfraces para discriminar por cuestiones raciales. Sólo la “gente bonita” entraba. Hoy la cosa ya no es tan abierta, pero sigue siendo igual; en lugar de impedir la entrada “solo porque si”, se cobran covers estratosféricos, según la combinación de los factores marca de ropa/color de piel.


¿Cuál es el problema de fondo? ¿Es injusto? ¿Los cadeneros son unos frustrados? ¿La industria de la vida nocturna es perversa? Quizá todo eso junto, pero, además, hay una explicación para estos malos tratos: el desprecio a los derechos humanos.


Escuchamos hablar tanto de los derechos humanos que nos interesan poco, los damos por sentados. Nos referimos a ellos sin pensar siquiera en la posibilidad de no tenerlo. Los derechos humanos nos recuerdan a la salud: no la extrañamos sino hasta que la hemos perdido. Hay noviazgos que no se aprecian hasta que se pierden. Así es esto. Como tantas cosas buenas, los derechos humanos brillan sólo en su ausencia.

¿Qué son los derechos humanos?
Hay que recordar esto: los derechos humanos son universales. Suena muy bonito, si, pero exactamente, ¿Qué significa? Que aún antes de que fueran reconocidos por naciones y organizaciones internacionales, la persona ya los tenia. Con el solo hecho de poseer la naturaleza humana, la persona puede disfrutar de estos derechos. Por eso son inalienables. Por el mero hecho de pertenecer a la especie humana, gozamos de ellos. No los da ningún documento, ningún gobierno, ninguna autoridad. El Estado los reconoce y los garantiza, pero no los otorga, pues no nos otorga nuestra naturaleza.


No se tiene que ir a ningún lado para “inscribirse al club”. Nadie puede renunciar a ser persona, nadie puede ceder ni comprar sus derechos humanos, seria como intentar dejar de respirar. Hay derechos con los que sí se puede comerciar, por ejemplo, podemos vender nuestra ropa, nuestros libros. No podemos, en cambio, vender nuestra vida ni comprar la de los demás. Los derechos humanos no son accesorios.


Gozamos de ellos sin importar nuestra nacionalidad o nuestra edad, o el sexo o la raza. Nuestras creencias religiosas o afiliaciones políticas no deben ser un impedimento para exigir estos derechos ni, por otro lado, una excusa para libarse de las obligaciones de los mismos. Incluso nuestros delitos no nos arrebatan nuestros derechos fundamentales.

En México, algunos secuestradores torturan a sus victimas. Terrible. Para presionar a los familiares a pagar el rescate, esos infames cortan los dedos o las orejas a sus rehenes. Bueno, pues incluso esos tipos, esos delincuentes que no respetan los derechos de los demás, incluso ellos tienen derecho a un juicio justo. Esos asesinos tienen derecho a ser juzgados porque, a pesar de sus acciones, pertenecen a la especie humana. Cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, las potencias aliadas apresaron a muchos jerarcas nazis. Estos hombres, eran responsables de la muerte de millones de inocentes, mujeres, niños y ancianos. A pesar de sus atrocidades, merecieron un juicio justo por el simple hecho de ser humanos. Muchos de ellos fueron ejecutados, pero no se les asesino; se les reconocieron los derechos que habían negado a otros.


A veces, el enojo ante las muertes y violaciones, nos puede tentar a negar a los criminales los derechos humanos. A las victimas de los delitos, les gustaría que sus torturadores fuesen quemados, apedreados, linchados sin juicio previo. Esta furia se entiende. ¿Cómo te gustaría que trataran a los violadores de tu hermana? Pues los derechos humanos son tan serios que también los criminales deben ser tratados como personas. Se les debe castigar, pero siempre respetando la dignidad que, a pesar de sus brutalidades, continúan teniendo. Qué duro ¿Verdad?
Cuidado.


Los derechos humanos no son un recurso para defender delincuentes. A veces, la gente lo puede pensar así. No, no es así. De hecho, lo que nos repugna cuando vemos que un crimen queda impune es, precisamente, que los derechos humanos no se respetan. Cuando una banda secuestra a un padre de familia, se esta atentando gravemente contra un derecho fundamental. La victima tiene derecho a la libertad, nadie puede privarlo injustamente de ella… aunque sea enojón y desordenado, aunque sea irresponsable y orgulloso. Nadie tiene derecho a mutilarte porque tienes defectos. Tienes derecho a tu integridad corporal porque eres ser humano, no porque eres un buen ser humano.


Los animales y las plantas carecen de estos derechos, lo cual no significa que podamos tratarlos con crueldad gratuita, simplemente significa que no participan de la naturaleza humana. Las estufas y las tostadoras no poseen derechos básicos, como la libertad, porque su condición es distinta a la nuestra, son cosas, no personas. Los derechos humanos no fueron creados por lo estados.

Cuando se añade un derecho humano a las constituciones sólo se hace más explicito, con esto se busca la manera de proteger mejor algo que ya estaba ahí. Hay que insistir en esto; no hace falta ser parte de una determinada comunidad para disfrutar de los derechos humanos, basta pertenecer a la especie humana. Para ser diputado en México, hace falta ser ciudadano, ser mayor de edad, no estar en la cárcel. El derecho a ser diputado no es un derecho humano, no en sentido estricto. Los extranjeros, los presos, no gozan de este derecho. Podrá gustarnos o no esta ley, pero no se atenta contra la humanidad, porque la condición humana no se sigue que toda persona tenga derecho a ser candidato para el Congreso.


Por el contrario, la nacionalidad o el estrato cultural y económico no son determinantes para vivir los derechos humanos. Que no hayan sido reconocidos por un Estado no significa que los ciudadanos no los tengan. No son restringidos, de ahí que cuando en un país se atente contra la libertad o la vida de las personas se dé lugar a un escándalo internacional. En algunos países de África, los padres amputan a las niñas el clítoris. Esta práctica no puede justificarse por motivos religiosos, de traición, económicos o políticos. Nadie puede disponer del cuerpo de otro de esta manera. Esta niña tiene un derecho fundamental, pueda o no defenderse, lo permita o no la ley y las costumbres de su pueblo.

Los derechos humanos: ¿sólo para practicarse de lejos?
Si algo nos enseño el siglo pasado fue que los derechos humanos no siempre han sido reconocidos. Debió recorrerse un arduo y largo camino para que fueran establecidos como derechos básicos. A mediados del siglo XIX, en Portugal se podían comprar esclavos, como quien compra un refresco o un par de zapatos. Hacia 1950, en muchas ciudades de estados Unidos, los negros y los mexicanos no podían entrar al mismo baño que los güeros. En 1970, el gobierno blanco de Sudáfrica prohibía a la mayoría nativa vivir en los mismos barrios que los descendientes de los colonizadores holandeses. Abolir estas leyes injustas exigió el sacrificio y lucha de muchas personas.


Lamentablemente, a principios de este siglo, ya se han desatado guerras que usan algunos de los derechos fundamentales del ser humano como excusa para mayores injusticias. ¿Una guerra por la libertad que invade la libertad de otras personas? ¿La tortura como tácticas de una guerra justa? Sin duda, es fácil caer en ambos extremos, que finalmente son lo mismo. La falta a los derechos humanos se puede llevar a cabo ya sea descaradamente o peor, disfrazada con eufemismos. Recordemos uno de los favoritos del gobierno de Bush, quien trato de amortiguar el concepto de “tortura” con el de “humillación”.


Otra cosa curiosa de los derechos humanos: los individuos y los estados podemos mostrarnos preocupados por las terribles condiciones en que viven otras personas, pero que se encuentran tan lejos que la única manera en que podemos ayudarlos es a través de instituciones. Nos vienen a la cabeza Amnistía Internacional o The Peace Corps, así como otros grupos a los que podemos ayudar con una pequeña contribución económica. Nos pasan por la Televisión a niños famélicos y desnutridos y obviamente, comenzamos a sentir lastima por ellos (pero no así por las personas que trabajan para nosotros). No es nuestra intención desacreditar estos grupos ni la ayuda que podamos brindarles, pero muchas veces estos gestos se hacen sólo para sentirnos en paz con nosotros mismos… Uno puede preocuparse mucho por el secuestro y rapto de niños en Uganda, y sentirse obligado moralmente a brindar cierta ayuda. Pero, por otro lado, se nos dificulta ayudar a nuestro prójimo más cercano. Esta paradoja es fundamental. ¿Por qué preocuparnos por el amigo “feo” que es discriminado racialmente, si podemos preocuparnos por niños desnutridos en Timbuctú?


Los derechos humanos están realmente en las manos de todos. Cuando un grupo de adolescentes avienta huevos podridos desde un coche, están atentando contra la dignidad de las personas.
Si conducir en estado de ebriedad o no respetar las señales de transito, pone en riesgo la vida de los demás. Si un muchacho con unas copas de más atropella a una madre de familia, habrá lesionado gravísimamente los derechos de muchos: del esposo, de los hijos, de los familiares. Una cerveza de más –una sola- puede sumarte a la lista de todos aquellos que hacen más infelices al género humano porque, al fin y al cabo, el respeto a los derechos es uno de los medios que tenemos para llevar una vida mejor, más feliz.

La clasificación de los Derechos
Hemos avanzado bastante desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano y los Derechos del Buen Pueblo de Virginia. Estos documentos que datas desde 1789, tanto en Francia como estados Unidos, fueron los primeros en promover los derechos humanos, si bien no exactamente como los conocemos hoy. Su carácter aún era demasiado local y no respondían a la naturaleza universal de los derechos del ser humano. Sobra decir que estados Unidos y Francia no fueron ejemplos perfectos de naciones que respetaran estos derechos, a pesar de haber sido los primeros en hacerlos explícitos. No fue hasta pleno siglo XX que, por ejemplo, la mujer pudo votar en estos países; a pesar de todo, aquellos documentos fueron un buen comienzo.


Hoy tenemos todo tipo de derechos humanos, divididos según el derecho que garantizan. A continuación se enlistan los derechos humanos de la primera, segunda y tercera generación, como comúnmente se les conoce. Los dela primera generación se refieren a los derechos que todo ser humano tiene sólo por serlo; los de la segunda generación se refieren a los derechos que tiene el ser humano por ser parte de una sociedad donde trabaja y participa; los dela tercera generación son aquellos que necesitan de una sociedad internacional para ser mantenidos.

Derechos humanos de primera generación
• El derecho a la vida
• A la integridad física
• A un justo proceso
• Libertad de creencias
• Derechos ala libertad
• Libertad de expresión
• De decisión política
• El respeto al domicilio

Derechos humanos de segunda generación
• Al trabajo
• A un salario justo
• A la salud
• De asociación sindical
• Al descanso
• A la educación

Derechos humanos de tercera generación
• Derecho a la paz
• Derecho al desarrollo
• Derecho a la autodeterminación de los pueblos
• Derecho a disfrutar de un medio ambiente sano

Actualmente la ONU u otras organizaciones internacionales protegen estos derechos. Esta gran promoción, curiosamente, plantea un problema ético pues parece que los individuos olvidan los derechos humanos para dejarlos en manos de esas grandes organizaciones, como si no advirtiéramos que detrás de cada acto delos grande estados se encuentran personas de verdad, de carne y hueso. Todo se pierde en la burocracia, como en El proceso de Kafka. Incluso la bondad. ¿De que nos sirve tener una enorme y funcional maquinaria internacional que se preocupe por los derechos humanos, si nosotros faltamos a ellos día a día? Todas las grandes empresas deben comenzar por los individuos. La ONU se puede dedicar a todo lo que quiera erradicar, los crímenes raciales o la mutilación genital de las mujeres, pero la pelea será insuficiente si en el “antro” del viernes impiden el paso a personas por su apariencia física o si algunas agencias “contratan” personas para la limpieza de empresas con sueldos bajísimos. (Y entrecomillamos el termino “contratan”, porque acciones así no son sino nuevas formas de esclavitud).


Como hemos visto, a veces es difícil reconocer cuando se falta a los derechos humanos. Uno puede sentir que algo esta mal, pero no puede decir exactamente por qué después de todo, las cosas son así. El mayor logro del nazismo alemán fue hacerle creer al pueblo que no pasaba nada malo cuando se atacaban a las minorías como los judíos, gitanos y homosexuales. Una de las formas más populares de la maldad es la indiferencia y la ignorancia. Aprovechándose de estas, Hitler y sus secuaces cometieron los mayores crímenes contra la humanidad; genocidio, experimentación con personas, campos de concentración, discriminación ideológica, casi el menú entero. ¿Dónde estaban los ciudadanos? ¿Dónde estaban las personas buenas? La pelea por los derechos humanos no se puede detener en la formación de instituciones que los protejan. Debemos de preocuparnos, como personas, como individuos, por el día a día y las injusticias veladas que se cometen contra el ser humano.

Como actividad complementaria al contenido temático ya visto, y en apoyo a las actividades del Programa de Acreditación en Grupos Colaborativos (PAC), debes de realizar las siguientes actividades:
1. Resumen del tema, que deberá de ser como mínimo, media cuartilla y como máximo una cuartilla.
2. Realizar un cuadro o un mapa conceptual sobre tema revisado.
3. Como aplicarías el tema en tu vida cotidiana.